Cultura alimentaria en Suecia. Algunos hábitos que valen la pena imitar

«¿Que te parece si el próximo tema lo das del arte culinario del país donde vives?», me dijeron en un comentario de otro artículo. Así que, heme aquí, hablando una vez más de Suecia. Pero como este blog trata de la familia, en vez de hacerla de Chepina Peralta, le daré un toque práctico que se pueda aplicar en los hogares de México (o de donde sea).

Qué comen los suecos

La gente me pregunta seguido que qué se come en Marte, digo, en Suecia. «¿Salmón y vodka?», dicen algunos. «Y café y papas», les agrego entre risilla; puré de papa, papas gratinadas, papas cocidas, papas fritas, papas en gajos horneadas, papas prensadas, cubitos de papa con pedazos de carne, ensalada de papas con cebollín, sopa con papas, tortitas de papa rallada frita… Así como nuestros frijolitos y arrocito que casi todos los días tenemos de guarnición en México, igual la papa acompaña a todos los guisos suecos (si es que no es el elemento principal) en cualquier fecha del año. «Yo he llegado muy sano a mis 86 años porque diario me como 6 papas», me dijo muy seriamente uno de mis ex-vecinos suecos, al mismo tiempo que me trituraba mi mano por el fuerte apretón que me dio por saludo («sí está sano», pensé :-D). Pero la verdad es que su cultura de alimentación va más allá de comer este tubérculo. Como en casi cualquier país, también ellos le clavan el diente a la res, puerco, pollo, pescado, frutas y verduras, pero con una preparación más sencilla y, desde mi punto de vista, más sana. ¿Y qué hay del sabor? De ese que juzgue cada quien, que es cuestión de paladar. Yo con mucho gusto me la como y la disfruto, pero nunca cambiaría los suculentos guisos mexicanos de mi mamá por algún tipo de comida internacional :-).

Hábitos alimenticios

Los suecos comen cada tres o cuatro horas. Esto no es raro o nuevo; de hecho, lo vemos naturalmente en los niños que piden de comer seguido, y lo veríamos en nosotros adultos también si nuestras comidas no fueran tan copiosas y/o estuviéramos con menos estrés y fuéramos menos sedentarios… Pero ojo, comer cada tres horas no es lo mismo que comer a cada rato ni comer platillos fuertes en cada turno. Más bien alternan una comida «fuerte» y una colación (no la de la piñata, sino me refiero a un tentempié :-)), más o menos así:

-Desayunan alrededor de las 7am, algo suave y práctico para el estómago, como yogurt con granola y una pieza de pan integral con algo encima, o un plato de avena y fruta. Aquí podría aplicar nuestro super licuado mexicano de plátano con amaranto, ¿quién dijo que no? 😉

-En el kinder, a las 9 o 10 am les dan una colación (fruta y/o pan con leche).

-La comida para todos es entre 11 y 12 pm. Almuerzo, pues. Para los de México, pienso que esto sería casi imposible en horario laboral, pero quizás se podría hacer una colación con fruta y cacahuates, o un sandwich, o un huevo duro, por ejemplo, en lugar de las galletas o frituras de la maquinita en la oficina…

-Colación entre 2 y 3 pm, en el kinder. Para niños en primaria/secundaria, muchos salen de la escuela a esta hora, y entonces llegan a sus casas buscando un tentempié; otros, se quedan en el fridtids, que es un servicio de horario «extendido» de actividades extraescolares, y ahí les dan colación. En los trabajos, la hora es más flexible, pero igual se echan su café y su fruta, o un pastelito rico (momento al que llaman fika y que puede realizarse en diferentes horas al día). Incluso, en casi ninguna oficina puede faltar una buena máquina de café y una canasta de frutas gratis para los empleados. Y nunca he visto una máquina de frituras y refrescos :-o.

-Cenan  entre 6 y 7 pm. Para la mayoría de mexicanos que a esa hora están atorados en el tráfico de alguna gran avenida, bien nos caería al estómago otra colación sana.

-Y yo que me duermo medio tarde, por ahí de las 10 pm me «sopeo» un pan con leche. Pero la verdad es que uno no debería comer nada tan tarde, así que no sigan este último punto :-), ni mucho menos asalten el refri con comida chatarra. Lo ideal sería no desvelarse para evitar volver a sentir hambre después de la cena.

En lo que los suecos cojean: consumo excesivo de embutidos (jamón, salchichas) y leche. Especialmente la segunda, es brutal. Y muy bajo consumo de legumbres y frutos secos (cacahuates, nueces, etc.).

Productos controlados

No sólo en Suecia, sino en general en Europa, revisan los procesos y contenido de lo que se hace o entra a la región. Un ejemplo, los huevos: ya no venden aquellos que venían de gallinas «encarceladas» en jaula, sino de aquellas que libremente andan felices en un gran corral (no dice que sean felices, pero déjenme imaginarlas así). Y en general, hablando de productos ultraprocesados, tienen un estricto control de la cantidad de colorantes/aditivos contenidos y de acuerdo a mediciones de toxicidad/alergia.

Cultura de congelados

Muchas familias en Suecia suelen cocinar en grandes cantidades durante el fin de semana, y después dividir varias porciones de esos guisos, para después congelarlos. También, mucho de lo que se compra en el supermercado ya viene congelado, por ejemplo, ejotes, pescado, moras, etc. O bien, se compra fresco y va directamente al conge en casa, por ejemplo, el pan de caja. Las porciones se van sacando poco a poco durante la semana para llevarse el itacate al trabajo (que calientan en el microondas), o bien, para la cena en sus casas, y no perder tiempo en la cocina. Yo prefiero lo fresco, así que sí cocino casi diario; sin embargo sí tengo unas 6 porciones de platillos completos «por si las moscas» (visitas inesperadas o pensando si algún día tengo que salir y dejar a los niños solos), y lo que sí congelo con cierta regularidad son los frijoles, porque así cocino unos 5 litros de ellos en la olla exprés, que me dura unas buenas semanas. Es una práctica muy práctica 🙂 y funciona en muchos casos. Por ejemplo, mi propia madre se «escandinavizó» y aplica lo de los frijoles congelados en pequeñas porciones. «De otra manera se echarían a perder en el refri después de varios días, o tendría que poner la olla a cada rato», dice.

También congelan media vaca (o alce), o cualquier cosa que compre en grande, por un mejor precio.

Cena lista en media hora

Para las familias que no congelan guisos, optan por llevar a la mesa platillos prácticos (incluso tan sencillos, que hasta los niños pueden participar), que están listos en no más de media hora, de lunes a viernes (y en fines o con invitados en casa, le echan más ganitas con algo más elaborado). Yo pienso que es un buen ejemplo a seguir para los mexicanos que trabajan y que disponen de poco tiempo al regresar a sus casas. Caray, ¿quién no puede hacer una pechuguita asada con una ensalada de lechuga, jitomate y pepino, en vez de comprar unos tacos grasosos en la esquina o gastar dinero en la fonda o «cocina económica» que seguro utiliza los peores ingredientes? Uno que otro día no estará mal, pero no hay duda que la comida preparada en casa por uno mismo será la mejor, quizás no en sabor, pero por lo menos en higiene, y con el ingrediente del amor, y la intención de atención hacia nuestra familia.

Por cierto, antes de que lo olvide, y para que me amen las feministas (sólo en esta ocasión), en Suecia cocinan al parejo hombres y mujeres (incluso me atrevería a decir que la balanza se inclina más hacia ellos). En mi caso, yo me encargo de lunes a viernes (con todo e itacate pa’la chamba), y mi esposo suele cocinar los fines de semana.

Y como un tip extra, personal, y para que el concepto de «cena lista en media hora» funcione mejor, yo aplico el hacer una lista de guisados por día, y de esa manera ya sé qué comprar en el super el fin de semana (en vez de ir a cada rato a la tienda). También es interesante ver la lista completa semanal, porque es fácil darte cuenta en qué te excedes o qué te falta consumir.

La receta: Köttbullar (albóndigas suecas de carne de alce)

Para quien se quedó con las ganas culinarias (sin albur), aquí les va una una receta que mi esposo envía con mucho cariño:

Ingredientes: mantequilla, carne molida (como no hay de alce, pues de res está bien), pan molido, sal y pimienta, crema para batir (hemos utilizado en México la marca Lyncott), papas cocidas y peladas, mermelada de alguna fruta ácida (como arándano, por ejemplo).

1.Con la carne molida en un tazón, agrega un chorrito de la crema (para que «amarre» bien), una buena porción del pan molido, sal y pimienta al gusto, y revuelve.

2.Haz bolitas pequeñas (como la mitad del tamaño de las albóndigas mexicanas), y fríelas lentamente en un buen trozo de mantequilla, previamente derretido en la sartén. Procura que todos los lados de las albóndigas queden «bronceados» y trata de no sobre cocinarlas, para que no se hagan duras.

3.Sobre las albóndigas, agrega una gran cantidad de la crema, y dejalo hervir por unos cuantos minutos. Verás cómo el jugo de la carne «pinta» la crema de color café.

4.Listo. ¿No cebolla, no perejil? No. Según mi esposo, eso no nos permite sentir el verdadero sabor de la carne (¡ooooohhh!). Sirve las albóndigas bañadas en su salsa y acompañadas de las papas cocidas. Y si es posible, acompáñalo también con la mermelada ácida.